lunes, 14 de enero de 2013


                              EL PAISAJE DE MIS MONTAÑAS                                      

Cuando visita uno estas montañas, en los valles es donde la vegetación es más fecunda y el agua de las fuentes y arroyos le hace ser el alma del paisaje, formándose los bosques con robles, hayas, acebos, avellanos… entre otros, en algunos casos se hacen tan tupidos que son impenetrables. De todos los arboles de la montaña, el que es mi preferido es el acebo, que cuya tala está rigurosamente prohibido, lo considero muy nuestro y me recuerda a Pardomino donde hay muchos, la última vez que subí a la Cachana (ya hace tiempo) los había a la orilla del camino y brotando pequeñitos a su alrededor, sus bayas rojas son la comida del urogallo en invierno, también de estos hay pocos.

Los montes están tupidos de piornos, escobas, madreselvas, zarzamoras, rosales silvestres, majuetos,  y muchas herbáceas, que más abajo dan paso a las praderas y pastizales, con gran variedad de hierba que será segada para alimento de los animales en invierno.

De la flora menuda ya ni lo cuento porque es tan extensa que necesitaría un manual de botánica.

Hacia arriba la tierra es pobre y con rocas, y en ella se aferran como pueden otra variedad de plantas, entre ellas arándano y brecinas menudeando cuando esta cerca la roca desnuda que desaparecen, esta es la antesala de las peñas altas y encrespadas, que tienen ese color blanco agrisado como la ceniza de la leña.

Los veranos aquí es un privilegio, es una primavera permanente, siempre con flores, las praderas verdes, la vegetación frondosa, y un murmullo de gente que atiende las labores del campo, animales que pacen, y pájaros que cantan y van de un lado para otro, dando movimiento y vida al paisaje.

 En el otoño en la montaña se convierte en un espectáculo para la vista, con sus colores tostados, amarillos, anaranjados, y el verde de los arboles de hoja perenne, estos son los únicos que parece que quedan con vida durante el invierno, y por encima de esta paleta de color el gris de las montañas.

Pero cuando el invierno se presenta, lo hace sin titubear cubriendo de blanco las peñas de una copiosa nevada, es el primer aviso que no tardando la nieve cubrirá los bosque y praderas y finalmente las calles y las casas de los pueblos, llegando la época del frio, del descanso forzado, de los días monótonos y noches largas, y silenciosas, que solo se oye de vez en cuando el ladrido de algún perro. Así es como yo lo recuerdo, pero ahora no es así, las nevadas son más pequeñas y espaciosas y la gente se distrae yendo a los bares o viendo lo televisión en su casa y están comunicados en todo momento no impidiéndoles usar su coche, los medios de comunicación son muy buenos, tienen teléfono, ordenador, y todas las comodidades que tenemos en la capital.

Pero no quiero olvidar que se perdió el encanto de los hilorios en estas noches largas de invierno, el contacto y la comunicación con los vecinos los cuentos y las historias que en ellos se contaban, las viandas que se compartían, y los juegos de cartas, mientras las mujeres hilaban y tejían.

Es algo de tantas cosas que se perdió con el progreso.

La montaña as muy generosa con sus habitantes, les proporciona, piedra para edificar sus casas, madera de sus bosques para formar los tejados de estas, y leña para el fuego haciendo estas agradables contra el frio, hoja y hierba para sus animales, tierra fértil para labrarla, caza y pesca cuando lo permiten y a quien le guste, y sobretodo disfrutar de la magnífica naturaleza.

Así es como yo lo tengo en mi memoria.

Marysol García

 

    

 

                                                              LAS MONTAÑAS DE VEGAMIAN ( 2 )


Tengo que aclarar que pongo el numero 2 porque ya Augusto Reyero, escribió magníficamente sobre ellas, yo no me voy a expresar tan bien como él lo ha hecho, pero si hacerlo a mi manera, como yo las vi siempre y como las recuerdo ahora.

Recuerdo que siempre me impresionaron, aunque ahora que conozco otras reconozco que no son tan altas, pero entonces las veía majestuosas e inalcanzables. Vegamian estaba rodeado de ellas, y por cualquier lado que miraras teníamos maravillosos y pintorescos paisajes, materia prima para un pintor que quisiera plasmarlos en su lienzo, seguro que sería difícil de elegir cual sería más bonito.

Allí también se las llamaba “peñas “  y como ya digo Vegamian estaba rodeada de ellas y de montes, que hacía que el pueblo y sus alrededores fuera una amplísima vega, resguardada por todas ellas, estrechándose tanto a la entrada como a la salida con dos de ellas, como si quisieran resguardarnos y protegernos del frio y las tormentas, algunas veces nuestros mayores así  nos lo decían, cuando alguna tormenta se acercaba , recuerdo que eran bastante peligrosas y muy ruidosas, su furia era tan grande que en las casas se encendía una vela y de rezaba a S.Barbara .

Al Norte  y dominando el paisaje, está el Susaron, tiene forma de pirámide y su terminación en pico parece que el cielo se une con él. En cierto modo marca el clima, si está libre de nubes el tiempo es espléndido, si se le ponen unas nubes en forma de “boina” ya te puedes abrigar porque aunque sea verano el “cierzo” que así se llama, lo rodea y frio seguro, si está cubierto de nubes o niebla que apenas se ve presagia una nevada, no tardando en caer los primeros copos. Siempre me atraía esta montaña, decían que desde la cima se veía la catedral de León  y unos paisajes nunca vistos desde otro lugar. Hace muchos años me propusieron unos familiares subir a la cima y para mí fue la oportunidad de cumplir mi sueño inalcanzable, con la curiosidad, el empeño y mucho esfuerzo y cansancio, llegue a la cumbre y aunque no vi la catedral, si vi las diferentes montañas que existen alrededor y en la lejanía que  mis ojos jamás volverán a ver, para mí fue una satisfacción muy grade, todo era grandioso y al mismo tiempo los pueblos, pequeños, los rebecos que allí había  nos miraban con curiosidad y desconfianza,  fue tan grande el esfuerzo que dije, una y no mas ,misión cumplida y para siempre. Tengo que aclarar, que el Susarón no es de Vegamian, pero si forma parte del paisaje, esto lo digo por si alguno de Lillo se siente ofendido.

En las faldas del Susarón esta Barbadillo y Utrero y la peña de la Ferradura y al otro lado y casi tocándose están las “Cuevas” y la peña de la Vega, esta tiene dos nombres, pues la cara que da a Armada se llama la peña de Armada o Sola peña. Esta peña no supe que le subiera nadie, no era atrayente, tenía unos cortes empinados y sobresalientes  que solo subían algunas cabras con el peligro de despeñarse, yo la veía misteriosa, terminaba a la orilla del rio y en esta parte había unas cuevas que yo entre en una de ellas y se veía al fondo el rio, el desconocimiento y la imprudencia me hicieron ir, pero pase tal miedo que lo recordé siempre como algo tenebroso y muy peligroso y jamás volví a intentarlo. Según decía Agustín, en el contorno de esta peña siempre salía el arco iris. En sus faldas había tierras pobres, con muchas rocas y zarzas con matojos de andrines que en otoño era un deleite cogerlos, junto con las moras y los garametos.

Al Este está el Peñaruelo (la Cruz de Lodares) y seguido la peña del Cueto o la Cruz, por la Cruz de madera que en algún tiempo pusieron los vecino de Vegamian . Esta era la mas accesible, por lo tanto, la más visitada, pasaba el rebaño de ovejas desde Tejedo cuando se iba a Pardomino por el monte San Pedro y había en el alto una cueva que la llamábamos El forno de la vieja, una leyendo que a todos los niños nos contaban que amasaba pan y se lo daba a los pastores, y lo que les sobraba nos lo traian a los niños, era algo fantástico y pensábamos que era una bruja pero de las buena. En esta peña todos los veranos hacíamos excursiones para coger te y oregano y en su ladera muchas veces me toco ir con los corderos. Terminaba a la orilla del rio hoy esta taladrada por el túnel que sale al mirador de Vegamian .

 En frente está la peña del Estaviello, esta es pequeña y fácil de subir , estas dos cerraban el valle de Vegamian juntándose mucho entre ellas, las separaba el rio y la carretera y 1 o 2 fincas. Esta continuaba con la de Campillo.

Por último y al Oeste estaba la de la Forqueta u Horqueta, se llama así por su enigmática hendidura, que en los atardeceres se colaban los últimos rayos del sol antes de desaparecer, era como un reloj para los que pastoreaban  el ganado y trabajaban en el campo, cuando veían que el sol se escondía tras la hendidura, era la hora de ir para casa. En sus faldas como dando cobijo, estaban los pueblos de Valdehuesa  Rucayo y Quintanilla.

Aquí termino la visión de mis montañas, las que siempre vi cuando vivía allí y las veo ahora siempre que puedo visitar aquellos parajes.

MARYSOL GARCIA